MALINCHISMO

Es curioso que cuando algún presentador, actor o cantante extranjero hace alusión a Colombia como un país de narcotraficantes, corrupción y violencia armada, enseguida se levantan voces de protesta en los foros de opinión, se hace editoriales, los medios de información les dedican cuantiosos minutos, se hacen notas de protesta y se exige respeto por la dignidad nacional. Sin embargo el cine colombiano y las telenovelas no tienen vergüenza de hacer constantemente apología al delito porque ‘esa es la realidad’ y también lo que más vende.

También somos especialistas en declararnos indignados ante una nota de noticiero en la que se maltrata a un perro, o por la muerte de pepe –el hipopótamo- o la tala de un árbol e incluso se hace un llamado a la moral, el pudor y los valores cuando se sabe de la separación o aventuras que tienen los actores de televisión entre si. Entonces también se escriben columnas de opinión, se protesta, se firman comunicados, se hacen marchas, se crean grupos en las redes sociales, se insulta públicamente y un sinnúmero de actuaciones para que quede manifiesto la inconformidad y la indignación del pueblo colombiano.

Entonces por qué el hecho de que dos congresistas estén acusados(y en la cárcel) por recibir dádivas del gobierno para aprobar la re-elección, que haya denuncias sobre el ofrecimiento de notarias para ese mismo propósito, que a un Senador de la república le haya incautado una cuantiosa suma de dinero que guardaba en su casa y que esté señalado de cobrar porcentajes por puestos y contratos, o de que el treinta por ciento de los congresistas estén en la cárcel por vínculos con los paramilitares para ganar las elecciones, son hechos que no generan ninguna protesta publica y solo se quedan en acontecimientos que sirven para un titular de última hora, la opinión de unos cuantos columnistas o en una indignación no manifiesta que solo va de la sala de televisión al comedor.

Será que hemos construido un ser moral que actúa a su conveniencia, es decir que tiene doble moral, o que expresamos nuestra rabia y frustración a través de medios no relacionados directamente con su causa (el fútbol, la vida de telenovela, el amor por el planeta) o simplemente nos hemos acostumbrado a interpretar los hechos delictivos en el ámbito de la política como algo natural de esa actividad. Parece ser que esto último es la percepción de la mayoría de colombianos, pues cada que sale una nota de esta calaña es la comidilla en los cafés y mentideros de la política, como algo que se veía venir.

Es lamentable que una sociedad que construye su democracia a pulso, a punta de dejar muertos por la intolerancia política y la exclusión social, sea conducida por personas inescrupulososas a las que no les basta hacer alianzas con grupos mafiosos para constreñir el voto ciudadano, sino que además se roban el dinero de los contribuyentes y que en puro malinchismo traicionan a quienes dicen representar. Estas personas no pueden robarnos la confianza y la esperanza de que la justicia haga justicia y que en el futuro próximo este país se gobierne con gente buena de valores democráticos.

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