HACIA LA CIUDAD REGION

Cambiar la norma para hacer que cambie la realidad es una vieja tradición (y pretensión) de los colombianos, así como imponer sanciones y multas antes de promover acciones pedagógicas; pero los procesos sociales no funcionan así, sino al contrario, las normas y leyes surgen de las dinámicas socio-culturales y la gente atiende mejor en el consenso que en la represión.

Lo que expongo ahora tiene que ver con la primera parte de mi enunciado, que esta referido a la idea de Bucaramanga como una Ciudad-Región. En principio esta es una idea de la que ya se había venido hablando en recintos académicos, sin trascendencia mediática y por personas sin poder político, solo interesados en el Desarrollo a Escala Humana; pero de un momento a otro el asunto se volvió mediático gracias a que la propuesta ha sido planteada por el alcalde de Bucaramanga.

Sin embargo, los argumentos del alcalde para hacer de Bucaramanga una Ciudad-Región, aun no son muy claros, pues el hecho de que en el departamento se estén desarrollando cuatro mega proyectos como la Hidroeléctrica del Río Sogamoso, el Parque Nacional del Chicamocha, el Embalse de Tona y la transformación de la malla vial del Área Metropolitana de Bucaramanga, y que en función de ellos “queden descritos los temas de desarrollo turístico, infraestructura vial, educación y servicios públicos, en un Plan Marco de Desarrollo, a fin de que los próximos alcaldes no puedan paralizar las obras o modificar los proyectos”, parece más una tarea del Departamento y de voluntad política de los alcaldes del Área Metropolitana.

Pero, si las cosas pasan por la voluntad política de los alcaldes del AMB, parece que estamos algo lejanos de concretar cualquier cosa, pues solo basta ver la constante amenaza de “salirse” del Área Metropolitana si no se atienden sus intereses burocráticos. Entonces, cómo pensar Ciudad-Región si dominan aquellas visiones más preocupadas por el origen de los recursos que por la naturaleza y dinámica de los problemas. En ese sentido hay un antecedente: la idea del Distrito Metropolitano que no ha prosperado gracias a una concepción estrecha y egoísta del Desarrollo Territorial.

Ciudad-Región no es un asunto de coyuntura, ni una maniobra política, ni un acto legislativo; es una necesidad del Desarrollo para nuestra realidad diversa y fragmentada, en un mundo globalizado que exige a gritos la integración de nodos socio-económicos que puedan lograr su propio Desarrollo y contribuir a la sostenibilidad de la Nación y del Planeta.

Tenemos el desafío de aprender más de lo que somos, quiénes somos y cuántos somos; para ello es importante, desde el punto de vista de la Ciudad-Región, conocer los mapas económicos, ambientales, culturales, políticos y sociales de nuestra región, cómo se cruzan y que arrojan. En ese sentido debemos saber qué producimos, en qué cantidades y para quienes; cuál es la cantidad y calidad de nuestras tierras, su uso actual y el uso potencial; cuánto empleo - desempleo tenemos, en dónde y cuánto podemos generar; cuánto aporta cada municipio al crecimiento económico regional y por sobre todo cómo es el nivel de vida de la personas que habitan estos territorios (acceso a la educación, salud, vivienda, niveles de nutrición, etc.); cuál es la dinámica de la migración campo-ciudad –sus causas y consecuencias- y la del desplazamiento forzado; cuál es la situación del conflicto armado, actores de la guerra, situación de Derechos Humanos y victimas del conflicto, entre otros.

La Ciudad-Región requiere un liderazgo de una administración pública eficaz, transparente, eficiente y que camine de la mano con la participación ciudadana. Por eso, ésta debe ser una idea construida con el concurso de todos: academia, ongs, iglesias, empresarios, líderes comunitarios y por supuesto servidores públicos.

Por ahora necesitamos mucha información y sobre todo evidenciar el problema antes de plantear la solución.

AL RITMO DE LA PAZ

En una sociedad donde las múltiples expresiones de la violencia son el pan de cada día, y donde, entre esas violencias, es el conflicto armado al que se le dedica más despliegue y le conceden mayor espacio en los medios de información, y –además- es el elemento estructural que más preocupa a un sector de la clase política, que con angustias re-eleccionistas lo maximiza a través de un reiterativo discurso que –desde hace seis años- pregona su fin inminente; es muy normal que la mayoría de las personas asocien la paz simplemente como la ausencia de la guerra.

Por eso es muy grato encontrar que al contrario de lo que muchos creen, las nuevas generaciones -conocedoras del conflicto armado desde el vientre materno- anhelan profundamente, no solo la ausencia de la guerra, sino una sociedad sin corrupción, justa, segura, tolerante, solidaria y democrática, porque han comprendido que ‘la paz es un proceso social, activo y multidimensional, que asume el conflicto como base para el diálogo y el cambio’. Que la paz es justicia y equidad.

De esta manera la paz, como construcción social, adquiere dimensiones reales de acuerdo a los roles y el lugar en la estructura social de cada quien; es decir que cada persona aporta desde lo que hace y desde lo que es, según la dimensión que comparta con su prójimo. Hoy las nuevas generaciones, en vez de refugiarse en las vagas ilusiones que ofrecen los mercaderes de la superación personal, envían un mensaje de esperanza donde la reconciliación y re-construcción del tejido humano son posibles, haciendo cada uno su parte; es decir mediante el desarrollo de las acciones concretas que cada persona realiza desde su entorno más próximo (el mundo de los afectos, el parentesco y lo comunitario) como respuesta a la violencia directa y cultural, hasta las acciones más complejas (en el mundo de la relaciones laborales, profesionales y normativas) como respuesta a la violencia estructural.

En este sentido se diseñó el proyecto “Jóvenes al Ritmo de la paz”, en la idea de acercar los intereses y motivaciones de los jóvenes por la vida, a través de la música, con las necesidades de una sociedad fracturada por la violencia. Aquí encontramos que es posible es posible que se desarrollen mecanismos de promoción de los derechos humanos, donde los jóvenes pueden pregonar abiertamente, desde lo que son y lo que hacen, que la construcción de una cultura de paz significa ‘modificar las actitudes, las creencias y los comportamientos - desde las situaciones de la vida cotidiana hasta las negociaciones de alto nivel entre pai­ses - de modo que nuestra respuesta natural a los conflictos sea no violenta y que nuestras reacciones instintivas se orienten hacia la negociación y el razonamiento, y no hacia la agresión’.(UNESCO)

Esta experiencia se expresa de manera concreta en el Disco Compacto que se presentará mañana viernes a las cinco de la tarde en la Casa del Libro Total, donde cinco jóvenes le cantarán a la sociedad colombiana “Al Ritmo de la Paz”.