EL PUENTE DE LA PAO

En el límite entre Galán y Zapatoca esta el puente sobre la quebrada de la PAO. Hasta allí llegaban decenas de jóvenes, hombres y mujeres, en franca camaradería y compinchería, caminando desde las veredas por el ‘camino real’, a recoger el agua para cocinar los alimentos, dar de beber al ganado o lavar la ropa. Los muchachos demostraban su destreza y valentía cazando pequeños animales silvestres mientras las jóvenes, con la dulzura y fina coquetería campesina, sonreían y se sonrojaban con los sanos piropos de sus acompañantes. Eran tiempos de abundancia, con familias numerosas -de diez y hasta quince hijos- que con la alegría propia de la juventud se embromaban mutuamente. Era un campo verde y florido, rico en árboles frutales y una tierra buena para el tabaco, el maíz y el millo; la cría de camuros, chivos y vacas; con fiestas alegres al son del tiple o la guitarra, ‘jartando’ chicha y guarapo.

En medio de ese ambiente, a finales de la década de los cuarenta, llegaron los obreros con enormes máquinas trayendo el progreso: un puente metálico que reemplazaba una vieja estructura que la quebrada se había llevado. Este es un puente imponente, capaz de soportar el peso de los camiones que llevaban los bultos de alimentos desde San Vicente y Zapatoca hasta el Socorro y los buses con cientos de pasajeros que desde el Socorro iban para Barrancabermeja.

El puente quedó, los obreros se fueron –dejando uno que otro retoño por esas tierras – y en poco tiempo llegó aquel período cruel y patético de la historia política de Colombia, conocido como ‘La Violencia’, donde el pueblo raso se asesinaba entre si por su alineación y alienación delirante por un color partidista (ojo, eran los años cincuenta y no la época actual - por si acaso). Rojos y azules se volvieron de la nada enemigos sin importar si eran compadres de toda la vida, amigos, vecinos o familiares.

Con la violencia comenzó la gran migración del campo a las ciudades, en una época donde era posible el empleo y los sueños de casa, carro, estudio para los hijos y una pensión digna para la vejez. El campo se fue quedando cada vez más solo, abandonado y empobrecido. Ya no hay cultivos, la gente pasa hambre (sí, en el campo), pasan pocos carros pues ya no hay nada que llevar a vender al Socorro o a Galán; la quebrada cada día esta más seca y el puente es una vieja estructura metálica corroída con el paso de los años, el desgaste propio de su uso y una trampa mortal para los lugareños y los muy escasos turistas o visitantes que de vez en cuando llegan por estos rumbos.

Es increíble que habiendo salido de estas tierras –Galán y Zapatoca- ilustres hombres y mujeres de reconocimiento en la política regional y nacional no se hayan hecho ni se hagan las gestiones necesarias para hacerle mantenimiento al puente antes de que se caiga y deje a estos municipios incomunicados entre si y a los pocos transeúntes y los niños que deben pasar por allí, para ir a la escuela, expuestos a un peligro mortal.

La gente de Galán y Zapatoca esta preocupada por el estado del puente –con justa razón- pero, ¿quién gestiona su reparación? ¿Cuántos muertos hay que tener para que se mire esta realidad? Acaso no dicen que ¿es mejor prevenir que lamentar? Creo que es necesario que desde la Secretaría de Infraestructura de la Gobernación de Santander se le ponga la atención debida a esta situación antes de que el puente se caiga y tengamos que esperar otros cincuenta años para que lo reemplacen.

ENTRE APORIAS Y ALTERNATIVAS

Lo que inicialmente era un camino recto y despejado hacia el desarrollo poco a poco ha terminado por convertirse en una serie de vericuetos hasta quedar en algo más parecido a un laberinto de contradicciones y sin salidas.

En medio del caos que dejaron los grises años de negociación en el caguan, que dejaron una guerrilla fortalecida, unos grupos paramilitares consolidados y un narcotráfico en auge, el país quiso aferrarse a una esperanza envuelta en un discurso duro, directo e intimidador, y el país comenzó a cambiar, más en percepción que en la realidad, pero la mayoría estaba complacida tanto que decidieron –sin chistar- cambiar la norma y las reglas de juego para que el nuevo mandatario pudiera terminar su tarea pues un período era algo muy corto y se requería otro para culminar.

Sin embargo, ahora que comienza a terminarse el tiempo de este segundo período hay quienes se empecinan en que es necesario un período más, pero el país ya muestra fatiga y cansancio de un discurso que por más que intenta resaltar sus bondades no puede tapar la realidad que lo empaña. Hoy se reconoce la disminución del secuestro aunque aun quedan más de mil secuestrados; los duros golpes a la guerrilla de las FARC que la han diezmado, aunque no aun no se da su derrota definitiva; una fuerte lucha contra el narcotráfico, aunque los cultivos de coca se han propagado por todo el país; se terminaron los retenes de las guerrillas en las carreteras, aunque los proyectos viales han fracasado; el encarcelamiento y extradición de narco-paramilitares, aunque de allí han surgido nuevos grupos o bandas criminales; un presidente que trabaja, trabaja y trabaja; aunque el desempleo sigue en aumento.

Aquella esperanza de desterrar la corrupción y la politiquería, es solo un recuerdo que alimenta los chistes de salón, pues nunca antes el país había tenido tantos congresistas en la cárcel sindicados de hacer política con el apoyo de grupos paramilitares; ex-funcionarios del gobierno vinculados con grupos mafiosos; la promesa de la meritocracia solo ha sido un juego de palabras pues los cargos en embajadas y consulados son para los amigos o hijos de los amigos del gobierno; y otras tantas cosas, como el incremento del desplazamiento forzado o las chuzadas del DAS, han generado una paradoja nacional que se mueve entre seguir en lo mismo a costa de acabar con la divergencia; cambiar algo para que todo siga igual, o cambiar verdaderamente hacia una opción democrática virando al centro del espectro político nacional.

Ahora es claro que el discurso semanal contra un enemigo común, pretendiendo hacernos olvidar de los otros ámbitos donde se desarrolla el ser social, ya no llena las expectativas de las mayorías, sino que se erige por si mismo como señal para el relevo, no de sujetos sino de modelo. Por eso aquellos que decidieron prescindir de si mismos para imitar en gestos y posturas a un ídolo pasajero; o aquellos que siguieron la estrategia del ciclista para mostrarse después como alternativa de una realidad que ellos mismo provocaron, pagarán su falta de originalidad y de coherencia, con la indiferencia de un ciudadano que ha madurado y sabrá escoger entre quienes han sido coherentes y consistentes en una apuesta por el país que se requiere en estos tiempos de globalización, crisis económica, sostenibilidad ecológica y respeto por los derechos humanos.

TECNOLOGIA Y SOCIEDAD

Es evidente que el desarrollo de la tecnología, especialmente en el campo de las comunicaciones, ha generado una nueva serie de hábitos y costumbres en la vida cotidiana de las personas; desde la forma de informarse hasta la manera de comunicarse con amigos y familiares, pasando por las relaciones laborales. Pero desafortunadamente el desarrollo tecnológico no llega por igual a todo el mundo, obviamente quienes están en los centros urbanos y tienen mejores condiciones económicas tienen un acceso más rápido que aquellos cuyas condiciones económicas o socioculturales son más precarias o están lejos de la urbe. Esta no es una preocupación propia de los ingenieros de sistemas y ni siquiera de sociólogos o profesionales de las ciencias sociales quienes hasta hoy han aprovechado muy poco el desarrollo tecnológico en beneficio de la profesión.

En el caso de los ingenieros, casi siempre el centro de sus preocupaciones esta en la innovación tecnológica “per se”, en la búsqueda de nuevos usos o la simplificación de procesos para hacer más eficiente o práctico algún aparato o herramienta. Por esa razón, es muy grato que en medio de ese vasto mundo de la computación, los video juegos, los móviles, las aplicaciones web y mucho más, encontrar a una persona que habiendo alcanzado en el mundo académico lo que para los escaladores es el everest, tenga en el centro de su preocupación la idea de que los avances en ciencia y tecnología no acrecienten la brecha entre ricos y pobres, sino que sean un elemento clave del Desarrollo y el fortalecimiento de la Democracia Participativa. Esa persona es el Ingeniero Eduardo Carrillo Zambrano.

Eduardo Carrillo no solo es doctor en tecnologías de información, computación y comunicaciones, sino que tiene mención de doctorado europeo, un titulo que se da a quien hace el doctorado en un país europeo y que es evaluado por un jurado conformado por personas que son de un país diferente de donde se hizo la tesis, que además debe estar redactada en un idioma diferente al original del país donde se hizo el doctorado. Hoy él es el único profesional, que vive y trabaja en Santander, con la distinción de doctorado europeo.

Allí desde el laboratorio de computo especializado de la UNAB, el ingeniero Carrillo dirigió, exitosamente, el desarrollo del Cuarto Congreso Colombiano de Computación, el evento más importante en tecnología para Bucaramanga y Santander, donde se dio la oportunidad a los empresarios de exponer, ver la oferta de empresas de base tecnológica que existe en el país y de interactuar con la academia; a su vez los académicos tuvieron la oportunidad de actualizarse al más alto nivel y de conocer la experiencia de Cesar Muñoz, Colombiano que investiga en la NASA. En el marco de este magno evento el Ingeniero Eduardo Carrillo fue nombrado Presidente de la Sociedad Colombiana de Computación, un reconocimiento a su trabajo ejemplar como científico, docente e investigador.

Por esta razón, desde esta columna me uno a la exaltación de este santandereano que desde la cumbre de la formación académica ha coadyuvado a la creación de grupos de investigación interdisciplinarios y a la formación de jóvenes ingenieros que hoy están en la punta del desarrollo en investigación e innovación tecnológica. Pero además me uno a su preocupación permanente por encontrar caminos que posibiliten la concreción de aquellas ideas que permitirán la creación de mecanismos y herramientas concretas que le ayudaran a la gente, la más pobre y vulnerable, a mejor su calidad de vida.

Reitero mis felicitaciones al doctor Eduardo Carrillo Zambrano, por ser un ejemplo para las nuevas generaciones de ingenieros y felicitaciones a la UNAB por reconocer la jerarquía de nuestros talentos.

TODO TIEMPO PASADO… ¿QUÉ?

LAURA MARCELA SERRANO VECINO
Estudiante Colegio San Pedro
Publicado en EL FRENTE, Mayo 02 de 2009

Me cuenta mi abuelo que hubo una época en la que los niños eran felices de serlo, los viejos querían vivir más y los jóvenes anhelaban madurar. Me dice que ahora ve con tristeza lo que queda de aquellos tiempos: nada o muy poco.

Es que mi abuelo es un ser de aquellos que antaño gozaron la vida y hoy sienten la desolación de una sociedad en la que se han diluido aquellos valores que le infundieron y se volvieron los grandes tesoros de su vida: la honradez, la valentía, el honor, el compromiso de la palabra y la libertad. Mi abuelo dice que no es él de quien se preocupa, sino de mi y sus otros veinte nietos que hemos resultado gravemente afectados por esta sociedad que se vanagloria de una “nueva era” que nada nuevo ha traído.

Abuelos como el mio, hay miles, en los que sus ojos ya no reflejan sabiduría sino nostalgia al recordar esos días en los que la gente valoraba su espíritu humano y que ahora hemos olvidado. Ya ni siquiera reconocemos como parte de nuestra naturaleza la necesidad de interactuar con otras personas; ahora se prefiere recurrir a seres anónimos y distantes a través de medios virtuales, donde no existe el contacto personal y todos se aferran a sus mascaras. Hemos logrado un mundo frio, ausente de calidez humana, haciéndonos cada vez personas vacías que estúpidamente nos dejamos maravillar por nuevos aparatos que lo unico que hacen por nosotros es alejarnos social, cultural y afectivamente de todo lo que observamos y que alguna vez nos perteneció.

Podría refutarle a mi abuelo su argumento, si digo que los tiempos han cambiado. Pero entonces pienso si al igual que los tiempos y la tecnología nosotros también estamos evolucionando, o simplemente estamos cayendo en un retroceso intelectual y cultural a pasos gigantescos. Un claro ejemplo: la mujer era una figura enaltecida de belleza y de honor, símbolo de maternidad y afecto, ahora se ha reemplazado por una mera representación sexual. Parece que se nos está acabando el pudor, pues a diferencia de nuestros antecesores, nosotros no entendemos el verdadero sentido del amor y la entrega, nos hace falta sentir para saber reconocer el amor como un acto sagrado y completamente divino de amor, y no como una trivialidad más, parte del mundo vacio y vanal que somos ahora.

Mi abuelo aún se reune con sus amigos a hablar un rato, hablan y hablan, porque para ellos la palabra todavía tiene sentido, porque en el mundo en el que crecieron les enseñaron lo que a nosotros mayor falta nos hace, y es que el compromiso que se hace con la palabra, es una promesa del alma.

Ya no encuentro más motivos para refutarle a mi abuelo de que ahora es mejor que antes, pues en este momento desearía haber vivido en su tiempo, hablando poco y escuchando más, porque probablemente habría aprendido que la fortaleza de las palabras cuando son dichas con seguridad y razón penetran el alma.

Sin embargo soy joven y me aferro a pensar que aún estamos a tiempo de revertir esta masacre de la vida y la cultura, que seremos capaces de restaurar las grietas que nosotros mismos hemos abierto en el corazón de nuestra historia, porque tenemos lo necesario, una voz fuerte y decidida, y aunque nos falte llenarla de convicciones, nuestros ideales son amplios y debemos estar dispuestos a todo por ellos, mientras tengamos la fortaleza suficiente para hacer del planeta nuestro hogar.